La Historia de Nuestra Libertad
Hay tantas
historias que contar, hay tantas historias que escribir. Desde pequeños
escuchamos historias; algunas hermosas, otras no tanto, algunas largas y
aburridas otras nos dieron miedo y otras que nos sacaron una sonrisa. Hoy, hoy
estamos escribiendo nuestra propia historia. No en papel y no con tinta, no en
nuestra mente ni en nuestro computador, la estamos escribiendo en nuestro
corazón, en los más íntimo de nuestro ser, lo más guardado, lo más reservado.
¿La tinta? ¡Roja! Como la sangre, ¿la nuestra?, podríamos decir que sí, porque
nos pertenece, porque ha sido derramada por nosotros.
“Historias de
nuestra Libertad”: Así se puede titular, en plural, porque somos muchos y cada
quien tiene la suya: hermosa, sagrada y amplia como Aquel que la originó. Podemos
preguntarnos ¿y es que acaso estábamos presos? para hablar de libertad. Pero,
¿será necesario estar en una cárcel para estar preso?
Una oración,
un grito, un clamor ¿Quién lo escucha? Alguien lo escuchó, alguien lo escucha
“Y ahora, he aquí el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mi” (Éxodo
3:9)
Nos quedamos
en silencio en nuestra prisión, solo escuchando: “tu clamor ha llegado hasta
mi”, nos llenamos de fuerza, de optimismo, de esperanza. “Viendo” la voz.
Porque es algo sobrenatural, no de este mundo, y luego:
“Descenderé,
pues, para librarlo…” ¿librarlo?, ¿en
singular? Pero somos muchos. ¡No, no somos muchos, el clamor nos comenzó a unir
en Uno...!!, El considera Una sola liberación, Una sola Redención sobre Un solo
Pueblo.
“Para hacerlo
subir de ese país a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y
miel” ¿Hacerlo subir? ¿Tan bajo estábamos? ¿Tan bajo estoy?
“Descenderé…!”
Rápido y no tan furioso, de película ¿verdad? Así es nuestra historia, así es
nuestra vida, así es nuestro Padre…
PESAJ, Es como
un mapa donde solo hay dos puntos: “Galut” y “Gueulá”. Extrañas palabras para
nosotros. Esas palabras nos parecen lejanas; aptas para una clase de hebreo,
pero no para personalizarlas, no para ti o para mí… ¿seguro?
Galut, es Exilio:
Estar en exilio es estar “fuera”, atrapado en los malos hábitos, esclavo de
viejas formas de pensamiento. Exilio es sentirse muy lejano de las relaciones
que nos deberían importar: HaShem, Mamá, Papá, amigos. Estar en exilio es
sentirse limitado y restringido, incluso cuando podemos caminar o conducir tan
lejos como queramos. Eso es personal. Es contigo y conmigo. Eso es algo del día
a día.
Gueulá, es Redención:
Redención es estar libre del exilio. Redención es servirle, por muy duro que
sea, y sentirse bien por el arduo trabajo. Redención es decir “Te quiero mamá”
incluso aunque no esté de moda decirlo. Redención es hacer lo correcto, incluso
cuando no es tan fácil hacerlo.
Él descendió a
la restricción y a la negatividad para llevarnos a la libertad y felicidad.
Nuestro pueblo estaba en Gosen, pero en Egipto, en un espacio privado, pero
abajo, en una tierra extraña y pagaron el precio por ello; con el tiempo eso se
convirtió en opresión y aflicción.
Esto se parece
mucho a ti y a mí. Inocentemente nos alejamos de nuestro hogar, de los valores
de nuestra casa, y nos encontramos en un lugar extraño. Hoy en día ni siquiera
tenemos que salir de casa para hacerlo, ¡hoy existe Internet!
No parece tan
malo al principio. Al fin y al cabo, todo tiene su lado positivo y su lado
negativo, pero poco a poco comenzamos a adquirir hábitos muy malos, hábitos que
nosotros ni siquiera queremos tener. Estamos en Gosen, tan cómodos que no nos
damos cuenta que estamos presos, si es así, no hay gemido no hay clamor, no hay
libertad. Pero Él sigue estando allí, cerquita.
Tan cerca que
en aquel tiempo “…Escuchó sus gemidos y recordó su pacto” (Éxodo 2:24). Ese
gemido creó esperanza. No fue hasta que “Israel vio a los egipcios muertos en
la costa” (Éxodo 14:30) que las capas de la esclavitud fueron retiradas por
completo, pero el proceso ya había comenzado mucho antes que eso.
“Vosotros
salís hoy.” (Éxodo 13:4) Y nosotros tenemos que hacer lo mismo, “SALIR”.
Tenemos que querer tener mejores pensamientos, hábitos más sanos, relaciones
más cercanas, más sinceras, pero, sobre todo, más intimidad con El Eterno, así,
cerquita… No tenemos que tener todas las respuestas, pero nos tiene que
importar lo suficiente como para llorar: “¡Aquí estoy! ¡Quiero cosas buenas!
¡Quiero una relación!”. Esa es nuestra parte; entonces pueden ocurrir los milagros.
Ese deseo de
no huir de los problemas sino avanzar hacia algo positivo es el mensaje de esa
palabra Redención: “Yo los tomaré para Mí”. Los primeros pasos en el proceso de
Redención son para salir de Egipto y dejar atrás todas las cosas negativas que
ya no queremos. La etapa final es luchar por una vida sana y santa, como dice
nuestro Pastor Norberto. Así, cerquita, para que Él nos pueda tomar de la mano,
nosotros debemos desear esto. Cuando tenemos eso claro, no hay límites para
experimentar la libertad y la felicidad.
“Vosotros
salís hoy.” (Éxodo 13:4) Salimos a una vida sobrenatural, desde lo profundo,
desde nuestro mundo de limitaciones, hacia la redención total, la libertad.
Ya no son
historias, es una sola historia, y hoy la estamos escribiendo:
LA HISTORIA DE
NUESTRA LIBERTAD…
Moréh Iedael
M.
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