Janucá
Janucá, llamada también la Fiesta de las Luces o Luminarias, es
una festividad celebrada durante ocho días, que conmemora la derrota de los
helenos y la recuperación de la independencia judía a manos de los macabeos
sobre los griegos, y la posterior purificación del Segundo Templo de Jerusalém
de los íconos paganos, en el siglo II a. C.
Todo comenzó cuando los Greco-sirios invadieron Judá y tiempo
después, dominaron la pequeña nación judía. Desde entonces, el régimen
sirio-griego de Antíoco pretendió alejar al pueblo de Israel de la práctica de
la cultura celestial revelada en la Torah con la esperanza de asimilarlos a la
cultura griega. Antíoco declaró ilegal la observancia de la Torah en al menos
las siguientes áreas:
a) Prohibición del Shabat.
b) Prohibición del estudio de la Toráh.
c) Prohibición del Brit Miláh
d) Prohibición de Rosh Jódesh.
El que fuera sorprendido en cualquiera de esas actividades, sería
castigado con pena de muerte. Muchos judíos -llamados helenistas- comenzaron a
asimilarse a la cultura griega, tomando nombres griegos y casándose con no
judíos. Esto comenzó a deteriorar la base de la vida espiritual del pueblo y la
práctica de la cultura revelada por Adonai.
Cuando los griegos desafiaron a los judíos y les ordenaron
sacrificar un cerdo al dios Zeus, (165) unos pocos judíos valientes tomaron las
colinas de Judea en una flagrante revuelta en contra de esta amenaza a la fe.
Liderados por el sacerdote Matitiahu, y luego por su hijo Iehudá el Macabeo,
este pequeño ejército mal entrenado y sin equipo militar competemente, pero con
un enorme corazón, desató un conflicto armado en contra del ejército
sirio-griego, siguiendo la táctica que hoy día se conoce como “guerra de
guerrillas”. Antíoco envió miles de tropas bien armadas para aplastar la
rebelión, pero después de tres años, los Macabeos tuvieron un éxito milagroso
en contra de todos los pronósticos, y echaron de su tierra a los extranjeros
(163 a.e.c).
Luego de tantas luchas y batallas contra un sistema, un imperio,
un ejército, los macabeos siendo poco logran una victoria contra muchos, una
victoria tanto en el mundo natural como en el ambiente espiritual. La
intervención Celestial no se hizo esperar a favor de su pueblo, el remanente
fiel. Este día hubo un milagro, parte central del servicio diario de La Casa
del Santuario era el encendido de las brillantes lámparas del Gran Candelabro,
La Menorá. Ahora, con el Templo a punto de ser reinaugurado, se dice que sólo
se encontró una pequeña tinaja de aceite sagrado y puro, con el sello del Sumo
Sacerdote intacto. Bastaba para un único día, y ellos sabían que el especial
proceso necesario para preparar más aceite llevaría más de una semana. Se
cuenta que, sin dejarse amedrentar, con alegría y gratitud, los Macabeos
encendieron las lámparas de la Menorá con la pequeña cantidad de aceite y
reinauguraron el servicio de La Casa del Santuario. Milagrosamente, como si
fuera una confirmación del poder de su fe, el aceite no se consumió y las
llamas brillaron durante ocho días completos.
Al año siguiente nuestros ancianos sabios de aquel entonces
proclamaron oficialmente la festividad de Janucá como una celebración a
extenderse durante ocho días, como evocación perpetua de esta victoria contra
la persecución a la identidad de un pueblo.
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